sábado, 5 de junio de 2010

neon





La necesidad de lo incorruptible por sentirse mortal, por intentar no ser lo que cree detestar, por no abrir nunca su caja de pandora, ni soltarla, apretándola contra su vientre para asegurar su virginidad.

La vida, los neones incandescentes sobre las pupilas, parecen simular el color del cielo, la vida transcurre en frente de sus pestañas y lo único que ve son delirantes colores con sabor a pecado.

Los neones se trasportan por sus pupilas ya incandescentes pero con animo de incinerarse, esta hipnotizada y todo se ve como un hermoso atardecer fluorescente, nada es pecado ahora; Dios nos regalo un eterno atardecer.

Su mente se espasma, sus pupilas se dilatan.

Una sinfonia decadente que se mueve alrededor con oxido en ves de piel, adorna la escena con un poco de morvo que ya parece natural en el sitio; los neones se entrelazan en su silueta, pero su pecado sigue descuvierto y ella sigue un ritmo monotono y monocromatico que a sus espaldas
se confabula.

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